En septiembre Álvaro Uribe deberá responder sobre la manipulación de testigos en contra de otro senador. Finalmente, no renunció a su banca en el Senado.
Finalmente, el ex presidente de Colombia Álvaro Uribe no renunció a su banca de senador y el 3 de setiembre se sentará en el banquillo de los acusados para responder ante la Corte Suprema de Justicia de su país.
La acusación es de haber recurrido a falsos testigos a los que pagó para acusar a otro senador, Iván Cepeda, de vínculos con organizaciones armadas.
La semana pasada había anunciado que renunciaría a su fuero como senador para dedicarse a defender su honor. Sin embargo, ante las versiones de los analistas que consideraron que esa era una maniobra para evitar sentarse ante la Corte Suprema, el ex mandatario solicitó que no se tenga en cuenta su carta de renuncia.
Pero el discurso acusador de Cepeda es mucho más grave que la acusación formulada luego de que la justicia lo absolviera del delito que no cometió, y apunta directamente contra presuntos vínculos de Uribe con el paramilitarismo colombiano, lo que supondría el delito de crímenes de lesa humanidad. Cepeda ha recogido testimonios de reclusos que le narraron dos líderes de los paramilitares, quienes le contaron como en la finca familiar los hermanos Álvaro y Santiago Uribe participaron del surgimiento del Bloque Metro, un grupo paramilitar del noroeste colombiano. En 2014, durante una sesión del Congreso, Cepeda relató a sus colegas senadores la relación de Uribe con el narcotráfico y otras bandas criminales. Cepeda siguió recolectando testimonios para incriminar al ex presidente. Hasta que Uribe intentó acusarlo de un delito del que fue absuelto.
La Corte Suprema deberá pronunciarse sobre lo que pasó realmente, si hubo o no manipulación de testigos por parte del ex mandatario. Pero el futuro de Uribe se anuncia complicado, pues se asoma un pasado inquietante.
