Confianza total en los jóvenes

Confianza total en los jóvenes

Los primeros pasos del movimiento juvenil dentro del Movimiento de los Focolares.

Los jóvenes han estado presentes desde los orígenes del Movimiento de los Focolares. Aún más, el Movimiento ha nacido de jóvenes de entre 15 y 25 años. Chiara Lubich tenía 23 años y junto a ella siempre estuvieron los jóvenes y pequeños. “Ella, de hecho, nunca marcó diferencias de edades y así como daba el Ideal (de la unidad) a los grandes, también a los adolescentes y niños. Aún más, tenía predilección por ellos”, explica Nadia Xodo, durante varios años coordinadora responsable de las jóvenes de los Focolares.

Chiara ha sabido interpretar y acoger los signos de los tiempos al servicio del plan de Dios. Así, en los sesenta, en plena contestación juvenil, lanza una propuesta: “Jóvenes del mundo, únanse”, proponiendo con lenguaje actual la realización del sueño de Jesús: “Que todos sean uno” (Jn 17, 19). Nace así una segunda generación del Movimiento, distinta de la primera, pero fruto de ella y vinculada completamente con ella, con la que comparten el Carisma por entero. Es el Movimiento Gen1, movimiento juvenil dentro de los Focolares, y con el tiempo se delinean sus tres etapas (jóvenes, adolescentes y niños). Chiara se dedica personalmente a ellos, les da paso a paso todo su Carisma, haciéndoles vislumbrar una misión especial: “generar pueblos nuevos”, “un mundo unido”. Chiara funda con ellos otros movimientos para que el Ideal de fraternidad llegue a sus coetáneos. Es clave este protagonismo, en el cual, a través del Movimiento Juventud Nueva y Chicos por un Mundo Unido, jóvenes y adolescentes, pero también los más pequeños, generan en el mundo y a nivel local una corriente de fraternidad, que los hace ya testigos de la acción de Dios en la sociedad, pudiendo escribir una nueva página de la historia de la humanidad. Movimientos de carácter universal, junto con personas de distintos credos y culturas, signo de la universalidad del amor de Dios.

“La suya –dirá Maria Voce, actual presidente de los Focolares, al cumplirse el cuarto aniversario de la partida de Chiara Lubich– ha sido, mejor dicho, es confianza total, que involucra. Confianza total, como la que sentía que Dios tenía con ella. Confianza que era también la certeza de que los jóvenes están hechos para contribuir en primera persona a la unidad del mundo, el sueño de un Dios que con nosotros lleva adelante la historia. De aquí nace la confianza que deposita en ellos sin condiciones”. Y continúa: “Chiara ha sabido atreverse. Atreverse a mirar al Cielo para saber qué construir en la tierra. De aquí el valor de poner delante de nuestro corazón, antes que delante de nuestros ojos, el modelo de las relaciones que garantizan la fecundidad. Por eso, para delinear la relación entre la primera y la segunda generación nos hace mirar a lo alto, a la relación entre el Padre y el Hijo en la Trinidad. Paradigma que representa la máxima apertura del amor entre ambas partes, la demostración más evidente de lo que es dar y recibir; recibir y dar. Ella se ha inspirado siempre en esta relación y nos invita a todos nosotros a ensimismarse en este modelo”.

En esta auténtica valoración del indiscutible aporte y rol protagónico de los jóvenes en la humanidad, Chiara vivió con ellos la “reciprocidad que ha generado, su modo de amar, en los jóvenes y que del mismo modo ha suscitado en ellos amor, confianza, esperanza, ser concretos. (…) Ha creado incluso un nuevo lenguaje que fascina. Como cuando señala como modelo para el joven de hoy al ‘hombre-mundo’, ese Jesús que nos ofrece la llave y la capacidad de transformar el dolor en amor, y por esto de abrazar sin miedo la humanidad con sus contradicciones. (…)”, concluye Maria Voce.

La actualización de este mensaje nos ha llevado a revisar el peculiar camino de acompañamiento que Chiara desarrolló y vislumbrar un preciso recorrido formativo integral, progresivo, para garantizar continuidad y maravilla en cada etapa, para experimentar a lo largo de toda su vida una profunda y creciente unión con Dios, compromiso social y discernimiento. El Gen desde muy pequeño conoce a Jesús y aprende a amar. Creciendo se sumerge en una vida intensa del Evangelio que lo lleva a recorrer los pasos de Chiara en su compromiso social en Trento (su ciudad de origen), hasta estar preparado para vivir “en la tierra como en el Cielo”, llevando al mundo este Ideal de la Unidad de manera concreta y a través de las diferentes vocaciones dentro de la vida adulta.

Preferimos hablar de nuevas generaciones (no solo incluyendo niños y adolescentes) sino también nueva generación de sacerdotes, de familias, de religiosos, de vocaciones laicales. Esta es una prioridad para los Focolares, pero ha sido siempre así en el corazón de Chiara; de hecho, ha dado un espacio formativo especial a los novicios, seminaristas, a los novios, etc. Porque –les dirá Chiara Lubich– “lo específico de la vida Gen es la apertura a todas las vocaciones”.

Chiara supo comprender y valorar aquello particular y único que un joven podía aportar a la sociedad, incluso a la vida del Carisma de la unidad. Hasta el final de su vida indicó la riqueza del trabajar juntos, del encuentro entre las generaciones. Para ella siempre fue la reciprocidad la fuerza de cada vínculo, Dios vivo entre los suyos. En este encuentro recíproco entre generaciones, nadie es receptor o sujeto pasivo, nadie queda como antes, todos salimos transformados. Allí la felicidad del encuentro que adultos y jóvenes anhelamos ·

  1. Gen2, los jóvenes, gen viene de generación. Con el tiempo nacerá también la tercera generación (gen3) con los adolescentes y niños, y una cuarta generación (gen 4) para los más pequeños.
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