Ankara, Berlín, Mosul, Alepo… la guerra infinita

Ankara, Berlín, Mosul, Alepo… la guerra infinita

Nuevamente los medios se inundan de violencia: desde Turquía, pasando por Alemania y medio oriente. Un reguero de violencia a la que hay que poner fin.

Un día triste el de ayer, en el que se incrementó la ya larga lista de víctimas de la guerra y de la violencia. En la capital turca un joven policía asesinó al embajador de Rusia como venganza por la intervención en Alepo de las fuerzas rusas. “Nosotros morimos en Alepo, tu mueres aquí”, gritó el atacante al disparar contra el diplomático ante una cámara que filmó todo. En Berlín, un pakistaní con antecedentes penales arrojó un pesado camión contra un mercado de productos navideños provocando una docena de muertos y medio centenar de heridos. El episodio parece seguir el guión del atentado perpetrado en junio en Niza (Francia) cuando un chofer al mando de un camión sembró el horror en la ciudad francesa.

Mientras tanto, las armas se han acallado por un momento en Siria, donde la segunda ciudad del país está casi por completo bajo el control del ejército sirio, apoyado por fuerzas rusas, iraníes, y libanesas. Pero en varias zonas del país la guerra contra un yihadismo cruel y criminal sigue cosechando muertos. Lo mismo ocurre en Iraq, donde en Mosul ha sido frenado el avance de las tropas del gobierno de Bagdad, apoyadas por una coalición liderada por los Estados Unidos, Arabia Saudita y demás aliados.

En Siria e Iraq se ha llegado al absurdo de que se combate, supuestamente, contra el mismo enemigo, el mal llamado Estado Islámico y una cantidad de grupos afiliados o inspirados a Al Qaeda y al yihadismo. Sin embargo, donde Rusia interviene al lado de Siria, país invadido por decenas de miles de milicianos extranjeros, la comunidad occidental se indigna por la matanza de civiles, al tiempo que calla la muerte de miles de ciudadanos inocentes en Mosul.

Con motivo de los atentados del 11 de setiembre de 2001, desde entonces hemos ingresado en un túnel de conflictos alimentados en modo insensato de los que es sumamente complejo reconstruir las razones. Lo cierto es que el mundo es hoy un lugar menos seguro, pues esa intervención armada unilateral destapó la caja de Pandora de una secuela de conflictos que han estallado sin que la comunidad internacional pueda frenarlos. Cada guerra responde a la lógica y los intereses de cada actor que interviene. Es una nueva guerra mundial llevada a cabo por segmentos, como acertadamente condena el Papa, con la ayuda de un aparato mediático influido para que presente versiones acomodadas para obtener el apoyo de la opinión pública: Alepo ocupada por los yihadista ha sido “sitiada”, Mosul ocupada por los mismos yihadistas está siendo “liberada”.

Lo que se está sembrando de este modo son semillas de odio que pueden perpetuar esta guerra en la que el dominio es el único objetivo, en el plano local, regional o global. Y es necesario poner fin a esta lógica cuyo resultado es el caos.

“La no violencia: estilo de una política por la paz”. Será éste el tema que propondrá a la reflexión el Papa Francesco en el próximo mensaje por la paz del 1 de enero. Bergoglio invita a comprometerse “con la oración y la acción, a ser personas que han erradicado la violencia de su corazón, de las palabras y de los gestos, y a construir comunidades no violentas que cuidan de la casa común”.

Hay que interrumpir esta espiral de odio que, además, no nos permite concentrarnos en los verdaderos problemas: una pobreza y una desigualdad que humillan a miles de millones de personas, y un medio ambiente –nuestra casa común– cada vez más afectado por nuestro ritmo de producción y consumo. Construir la paz significa recuperar no sólo nuestro corazón, sino recuperar la cordura. Al respecto, hay mucho por hacer, en el plano personal, social, en la relación entre los pueblos, en la acción de los gobiernos.

 

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