Encontramanos es una Asociación Civil que moviliza a más de 200 jóvenes dispuestos a gastar su vida por los que más lo necesitan.
Ismael y Natalia prefieren tener la entrevista con Ciudad Nueva de manera conjunta. En Encontramanos, la Asociación Civil de la que forman parte, esa es una de las bases que la identifican: no hacer nada solos. Es algo de índole práctica: cuatro oídos escuchan más que dos, las miradas son distintas, la organización de actividades se enriquece. Se trata de promover una experiencia comunitaria, uno de los ejes de su trabajo, que tiene en funcionamiento 22 proyectos sociales de distintas características y en diversos puntos de la ciudad.
Encuentro y comunidad son los dos elementos que representan la esencia de este voluntariado que comenzó como una aventura solidaria en un colegio del barrio porteño de Villa Pueyrredón. El primero hace referencia a encontrar jóvenes de una determinada realidad con jóvenes de otras realidades, creyendo que allí hay una transformación. “Quizá la plata que gastamos para ir a misionar la podríamos usar para contratar pintores o albañiles que restauren una escuela, o un grupo de psicólogos que trabajen con la gente del lugar. Seguramente nos saldría más barato y lo harían mejor, pero creemos que es importante que los voluntarios hagamos esa experiencia de encuentro, porque ahí se da una transformación que no pasa solo por pintar un colegio”, cuenta Ismael. El segundo responde a una necesidad que surge de ese encuentro. “No podés entrar a una villa solo, o salir solo a tomar mate cocido con gente que duerme en la calle. Son situaciones difíciles e impactantes, en las que necesitás de una comunión o una comunidad a la que volver y en la que apoyarte y decir: ‘che, esto me rompió el corazón’”, explica Natalia.
Encontramanos es consecuencia de las ganas de los jóvenes. Ganas de vincularse con realidades diversas, quizá más ajenas, más lejanas, que exigen respuestas concretas y en las que hay mucho para hacer y descubrir. Allá por comienzos de 2012, en el colegio Nuestra Señora de Luján, a Natalia (profesora de la escuela) le propusieron sumar algunos alumnos para ir misionar a una zona rural de Tostado, una pequeña ciudad de Santa Fe. Abrieron la convocatoria, viajaron 17 chicos de quinto año de la secundaria y la experiencia fue un éxito. A su vuelta, los jóvenes que habían ido querían continuar con este tipo de actividades, que ahora también sumaba el interés de los de cuarto año y de un grupo de ex alumnos. Fue entonces que se dieron cuenta de que tenían enfrente un nuevo proyecto escolar, al que se sentaron a darle forma. Es así que en 2013 comenzaron las primeras acciones de voluntariado en la ciudad, visitando geriátricos, haciendo apoyo escolar y viajando, claro, a Tostado. Ya en continuo funcionamiento, ese proyecto se trasladó fuera del colegio y luego de unos años se convirtió en una Asociación Civil, algo que resultó clave, ya que la figura institucional les permitía sumar a una gran cantidad de menores de edad entusiasmados con participar y que, bajo el nombre de Asociación, estaban asegurados legalmente.
Hoy ya hay 22 actividades semanales en marcha, de distinta índole, y los voluntarios son un tanto más: 215. Van entre los 16 y 24 años, excepto Hilda, que tiene 92 y que aporta unos exquisitos sándwiches. Entre esas actividades hay: una escuelita de fútbol en la parroquia del barrio para chicos y chicas que no pueden pagar un club (la única cuota acá es un alimento no perecedero); visita a los pacientes del Hospital Tornú de la Ciudad de Buenos Aires; trabajo en un hogar maternal con chicos en situación de vulnerabilidad; visita a geriátricos; té con abuelas; van a misionar; merendero con familias; recorridas por barrios con gente en situación de calle; apoyo escolar; cajas navideñas y varias otras más. En Encontramanos hay proyectos para elegir. Además, se puede participar con donaciones de dinero a través de la página web: www.encontramanos.org.ar
Pero en el voluntariado creen que tan importante como hacer es pensar lo que hacen. Por eso tienen momentos entre ellos para la introspección, la reflexión y el pensamiento, espacios que permitan sostener ese espíritu con el que realizan todas las cosas. Además, tienen talleres de liderazgo, de recreación, de juegos y un seminario sobre feminismo.
Es que la experiencia que hacen los jóvenes es fuerte, y a veces aparece el sentimiento de resignación, de impotencia, de que a pesar del enorme trabajo la situación de vulnerabilidad de muchos no cambia. Natalia dice: “Hay un éxito que parte de un fracaso. Dentro de ese fracaso evidente de que los pobres siguen estando en la calle, confiamos y tenemos la certeza de que hay un éxito que es difícil de explicar y que sucede a partir de ese encuentro con ellos”. Ismael agrega: “El voluntariado me hizo romper con esa categoría y dejar de medir si algo va a salir bien o mal. Porque si te ponés a pensar en las condiciones de éxito y fracaso que existen, no podés hacer nada y todo esto hubiera terminado antes de empezar”.
La experiencia de enfrentarse con realidades distintas y el poder hacerlo en comunidad, para muchos voluntarios implicó cambios significativos en su vida. Unos descubrieron su vocación, otros definieron qué querían estudiar, algunos entendieron que esta era la manera en la que querían gastar su vida. Más allá de eso, o quizá por eso mismo, siguen eligiendo el voluntariado como una forma de acercarse. Porque en ese acercamiento encuentran realidades, riquezas, pobrezas, manos.
Artículo publicado en la edición Nº 612 de la revista Ciudad Nueva.